Se trataba de los hijos de los moriscos que habían sido expulsados del Reino de València dos años antes, en la mayor expulsión que los reinos de España habían vivido nunca. Para poner esto en contexto histórico, tenemos que remontarnos unos cuantos siglos atrás. Cuando las tropas cristianas "reconquistaron" gran parte del Xarq al-Andalus -lo que después sería el Reino de Valencia a partir de la segunda mitad del siglo XIII- muchos musulmanes se marcharon, pero un gran número se quedó, aunque estuvieron cada vez más marginados y a veces perseguidos bajo el dominio cristiano. Pueblos enteros de musulmanes permanecieron -especialmente en la Montaña valenciana- conocidos como mudéjares (del árabe mudajjan, "permitido permanecer") se les permitió inicialmente practicar su religión, aunque con restricciones.
A mediados del siglo XV, sin embargo, se observaron claros signos de creciente intolerancia política, religiosa y cultural. Y con la conquista cristiana del reino de Granada (1492), el último bastión musulmán, las condiciones para los musulmanes cambiaron drásticamente. En una serie de decretos reales de principios del siglo XVI, se dio a los mudéjares la opción de convertirse al cristianismo o abandonar el país. Hubo que esperar 20 años para que el alzamiento popular de la Germania de València provocara la conversión forzosa de miles de musulmanes (Real Cédula de 4 de abril de 1525). Aunque nominalmente cristianos, la mayoría de estos moriscos se aferraban a su ancestral fe islámica, que seguían practicando en secreto en la intimidad de sus hogares. (La Fatwa de Orán de 1504 -un dictamen jurídico islámico- permitía a los musulmanes de la Península Ibérica convertirse externamente al cristianismo si era necesario para sobrevivir, sin cometer apostasía ni traición ). Era un secreto a voces y el monarca y la Iglesia sabían que la mayoría no eran realmente cristianos y este hecho les molestaba. Finalmente en un decreto del 22 de septiembre de 1609 el rey Felipe III justificó su decisión de expulsar a los moriscos del Regne de Valencia, afirmando que los esfuerzos por convertirlos de verdad habían sido en vano. Entre 1609 y 1614 unos 300.000 moriscos fueron expulsados de las tierras del Reino de Valencia. Este acto supuso una gran tragedia para un pueblo que no conocía otro país que no fuera este, ya que la población morisca del Reino de Valencia eran los herederos de los antiguos pobladores que vivieron en estas tierras desde finales de la prehistoria. Tras la expulsión, se encontraron en el reino numerosos morisquillos (hijos de los expulsados) entre los 4 y los 12 años. No hay consenso sobre cuántos exactamente. Los últimos estudios (Gironés) parecen concretar la cifra de 2.447 niños, pero podrían haber sido más. Tras la expulsión de sus padres en 1609, el Estado no se ocupó de ellos. Algunos fueron acogidos por la Iglesia, pero la mayoría fueron captados por familias ricas para convertirlos en sirvientes o esclavos. Algunos incluso fueron vendidos por soldados a personas de otros reinos de España y otros, a comerciantes italianos. No fue hasta 1611 cuando el rey Felipe III decidió realizar un censo para localizar a estos niños. En su decreto de 29 de agosto, declaró que los niños debían ser educados en familias cristianas en la verdadera fe y que no debían ser tratados como esclavos. Pero, en realidad, no existía ningún mecanismo de control. En Xàbia el censo se realizó el 25 de septiembre. Se pidió a todos los vecinos que tuvieran un morisquillo en casa y que acudieran a presentarlo a las autoridades. Oficialmente eran 94. Es muy posible que fueran más. La mortalidad infantil era alta en aquella época. Y seguramente no se presentaron todos los niños, ya que estaba decretado que un hogar no podía tener más de dos morisquillos. El censo registraba el nombre, la edad, el lugar de nacimiento y las características especiales de los niños. Los nombres que se les asignó eran los nombres tradicionales de aquí que habían recibido en su bautismo, o los nombres que les daba la familia con la que vivían. El apellido era el de la familia valenciana que los acogía. La mayoría de ellos procedían de las montañas de las comarcas centrales valencianas, como vall de Laguar, Guadalest, Castell de Castells, Alcalà y muchos otros lugares. Sus edades eran desde los 4 años (¡lo que significa que tenían 2 años cuando perdieron a sus padres!) hasta los 14. A principios del siglo XVII había 450 casas en Xàbia, lo que significaría 450 familias... más o menos. En teoría, ¡había un morisquillo en cada 5 casas! Habría que preguntarse: ¿qué fue de estos niños? ¿Cuántos se quedaron en Xàbia? Los que se quedaron debieron integrarse plenamente con el tiempo. ¿Y cuántas personas en Xàbia hoy en día tienen un antepasado morisco olvidado del que no tienen ni idea….?
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